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Exfoliación, renovarse o morir

Exfoliación, renovarse o morir

Qué es la exfoliación

La exfoliación o peeling es la eliminación artificial, más rápida y profunda de las células queratinizadas de la capa córnea. Además este proceso permite la renovación celular, eliminar la suciedad más profunda y activar la microcirculación periférica aportando más cantidad de oxígeno a las células, con lo cual el resultado es una piel más limpia, radiante y luminosa.

 Como se renueva la piel

La piel es un órgano en continua renovación, indispensable para la vida, que representa un 6% del peso corporal y ocupa aproximadamente dos metros cuadrados de superficie en un adulto.

Su parte más superficial, la capa córnea, está constituida por células aplanadas íntimamente unidas entre sí y queratinizadas que continuamente se están desplazando al unísono hacia fuera hasta desprenderse en la superficie, a la vez que  nuevas células se forman en las capas más profundas.

Esto es lo que conocemos como descamación permanente y es un proceso constante que hace que nuestra piel se renueve de una forma sencilla y natural. Con los años este proceso se ralentiza y es necesario ayudar de alguna manera a nuestro organismo a eliminar estas células muertas.

Exfoliantes vegetales

Entre las opciones menos invasivas aparecen los exfoliantes vegetales.  Son preparados cosméticos que incorporan extractos de cortezas, hojas o frutos triturados finamente que permiten la exfoliación mecánica suave de la piel sin dañarla ni maltratarla.

Huesos de frutos triturados como el del albaricoque, la aceituna, el melocotón o la almendra,  semillas de pequeño tamaño como la de la rosa mosqueta o el kiwi, y polvo de cereales como el arroz o la avena, son algunas de las opciones que encontramos en el mercado. Generalmente estos exfoliantes forman parte de cremas, leches más o menos fluidas, geles o mantecas, y se aplican directamente sobre la piel del rostro o el cuerpo.

Exfoliación facial

La aplicación del exfoliante en el rostro se realiza siempre con la piel limpia, aplicando un ligero masaje con movimientos circulares desde el cuello hasta la frente, presionando con las yemas de los dedos e insistiendo en las zonas donde la piel es más grasa o se acumula más suciedad como aletas de la nariz, barbilla y frente. Una vez masajeado todo el rostro, retiramos el exfoliante con la ayuda de una pequeña esponja mojada en agua templada y arrastramos así toda la suciedad superficial y profunda.

Cuando acabemos, notaremos la piel suave al tacto y ligeramente enrojecida, esto indica que la circulación sanguínea se ha activado y es el momento ideal para aplicar una mascarilla que nutra en profundidad la piel y calme la sensación de calor y después una buena crema hidratante. De aloe vera si la piel es sensible, arcilla y azahar si es grasa o directamente aceite de rosa mosqueta o argán si la piel es seca y envejecida, son los tratamientos que completarán nuestro ritual de belleza particular y permitirán que luzcamos una piel fresca y sana.

Cualquier tipo de piel puede permitirse el lujo de una exfoliación de vez en cuando, la frecuencia y la intensidad dependerán de la necesidad de renovación que tenga nuestra piel, para saberlo debemos observar los signos que nos indican que ya ha llegado el momento, falta de luminosidad, exceso de grasa, aparición de puntos negros o aspereza, son indicadores de que necesitamos eliminar células muertas de nuestro rostro.

Exfoliación corporal

El resto del cuerpo también necesita una ayuda en el proceso de renovación cutánea, y en zonas donde la epidermis es más gruesa como plantas de los pies, codos y  rodillas aplicaremos exfoliantes de grano más grueso, esponja vegetal de tipo lufa o piedra pómez, que ayudarán a eliminar la piel envejecida y a suavizar las partes más ásperas. Al finalizar siempre conviene aplicar una emulsión suavizante o un aceite o manteca corporal que favorezca la regeneración de la piel y aporte los nutrientes necesarios.

Tipos de piel y exfoliación: 

Piel sensible: la exfoliación debe ser suave empleando partículas vegetales finamente trituradas y no ejerciendo demasiada presión en el masaje. Aplicar a continuación una mascarilla calmante o una infusión tibia de manzanilla o malva.

Piel grasa: en las pieles grasas la capa superficial es más gruesa por lo que la exfoliación debe realizarse con partículas gruesas y ejerciendo una mayor presión sobre todo en nariz, frente y barbilla. Después aplicar una mascarilla a base de arcilla que adsorbe el exceso de grasa.

Piel seca: la exfoliación debe ser suave pero insistente, empleando partículas finas que no resequen. Después aplicar una mascarilla nutritiva o directamente un aceite vegetal como el de rosa mosqueta, argán, germen de trigo o sésamo.

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